
Se auguran días difíciles, semanas seguramente, en los que definiremos quienes somos. Algunos se jugarán su salud en hospitales en los que seguramente no sobren los recursos, otros lo harán en las cajas de supermercados, en fruterías o farmacias con esa única barrera invisible de metro y medio, otros deambularán por las ciudades en busca de enfermos en sus ambulancias o sirviendo al bien común, como policías y guardia civil, y sí, seguramente me olvidó de muchos, periodistas, camioneros, ..., y espero que me perdonen. El resto solo tenemos una encomienda, simple, pero llena de importancia, quedarnos en casa. Si le hubieran contado a nuestros bisabuelos esto en la guerra civil...
Llega el tiempo del no viaje (curioso contar esto en un blog de viajes), de las no fotografías, de las no excursiones al campo. Pero ese mismo tiempo puede ser también el de la aventura, ese tiempo en el que Shackleton, Amundsen o Mallory soñaron sus expediciones. Viajes que luego vieron la luz, con mejor o peor suerte. Podemos leer esas aventuras escritas en libros, buscando encontrar la nuestra, revolver en las redes sociales intentando encontrar fotografías que nos inspiren, aprendiendo en esa plataforma llamada YouTube en la que muchas gente comparte sus conocimientos, o leyendo en blogs que nos transporten a otros lugares, quizá ahora más lejanos, pero que dentro de poco no lo serán tanto. Yo lo hago.
Y lo curioso es que estando en casa también se puede sumar un pequeño granito de arena para que todas aquellas personas, que como nosotros, siguen en sus habitaciones, llenen su tiempo. En mi caso escribiendo líneas, en otros casos grabando podcast o subiendo videos. Y aunque es poca cosa, sobre todo comparado con por ejemplo esos médicos que se ofrecen para consultas online, profesores que lo hacen para seguir educando, etc..., es lo humildemente algunos podemos hacer. Eso y aplaudir a eso de las 20:00 por la ventana a todos aquellos que se la juegan más que nosotros cada día.
Seguiré escribiendo...